Temporada de huracanes
Si aún quedan dudas sobre la existencia del cambio climático, la temporada de huracanes de este año es evidencia de que nuestro planeta está cambiando.
La experiencia puertorriqueña nos revela que más allá del daño provocado por las tormentas, el cambio climático recrudece los problemas sociales ya existentes.
¿Cómo puede Puerto Rico prepararse para enfrentar una crisis climática que apenas comienza? Para dar respuesta a esta y otras de las preguntas más complicadas habría que tener diálogos que tomen en cuenta múltiples factores. Ante esta situación, el cine tiene la responsabilidad de acercarse a la gente y canalizar parte de esos diálogos.

El cine no puede fabricar respuestas, hay que salir a buscarlas en las calles.
¿Cuál es el punto de hacer cine? Claro, el cine está asociado con entretenimiento puro. Y es importante que el cine sea entretenido. Pero las narrativas son más que entretenimiento. Las narrativas nos unen, nos guían, generan preguntas y ofrecen respuestas. Tan es así que la primera sociedad organizada fue posible gracias a los cuentos que se compartían alrededor de la fogata. Ante los grandes cambios que se avecinan es imprescindible actualizar nuestras narrativas. Y para lograrlo, el cine debe ponerse al servicio del pueblo, de la gente común.

Puerto Rico no es ajeno al cine popular. Desde clásicos como Los Peloteros o La Guagua Aérea, a documentales recientes como: Nuyorican Básquet, Chimenea de muerte, Simulacros de liberación, ejemplos sobran. ¿Y por qué? Porque existe la necesidad de vernos al espejo, de comprender nuestra condición, de buscar respuestas. Es justo durante los tiempos más difíciles que el cine puede ser una herramienta para inspirar diálogos y acción.
Como parte de ese diálogo continuo es que surge En el ojo de Jurakán.

Un ejercicio cinematográfico cuya premisa fue articulada dialogando con la audiencia de nuestra primera obra. ¿Qué aprendimos de esta experiencia? El cine puede ser partícipe del diálogo que se vive en las calles, las juntas comunitarias, las barberías, los colmados, las montañas y los ríos.
¿Con qué finalidad? Hacer memoria y abrir espacios que facilitan la comprensión de realidades.
Lamentablemente, a veces el cine tiene pretensión de levitar, de mirarse a sí mismo como fuente de inspiración. Es decir, cine basado en cine. Cómo si todo en la vida fuese cine. No, aquí vemos el cine como una herramienta para expresar lo que ocurre afuera de sí mismo.
La vida diaria está llena de tanta incertidumbre y problemas que el cine tiene de dos: o levita o se solidariza.
Puerto Rico se destaca por su solidaridad. Actos cotidianos como cocinar comida caliente para gente hambrienta, donar suministros a puntos lejanos, ayudar a reconstruir viviendas ajenas, esos son los actos que caracterizan la mayor fortaleza de Puerto Rico. El cine puede aprender de esos ejemplos. Además, la solidaridad está en la naturaleza del cine, pues las historias son ejercicios de compasión.

La gente no aspira a ser resiliente, quiere vivir con dignidad.
La crisis de Puerto Rico es profunda y compleja. Los huracanes siguen y seguirán viniendo. A pesar de que los esfuerzos solidarios continúan ganando fuerza, la vida diaria es cada vez más dura. Es natural sentir cansancio y frustración, pero no podemos permitir que esas emociones ganen terreno. Existen herramientas con el poder de combatir la angustia, de facilitar la comprensión y articular espacios de encuentro, una de ellas es el cine.
También hay que ser realistas, el cine no es la cura de todos los males. Sin embargo, un cine responsable, servicial, abierto a escuchar y a acompañar a la gente sí es capaz de juntar a personas en hermandad. Sí es capaz de plantearnos preguntas que jamás imaginamos, de confrontarnos a nuestros miedos más profundos, de conducirnos a un espacio donde podamos reconocernos en gente desconocida. Podríamos aprovechar esas bondades para afrontar el futuro que se nos viene encima.
Ojalá que el cine nos llene el tanque de energía para hacer lo que se tiene que hacer. Sí, un cine que cuente historias reales, pero que también nos llene el pecho de esperanza.